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PRIVILEGIOS JUDICIALES EN JUEGO: LA RETIRADA DE REINA RODRÍGUEZ
POR LA REDACCIÓN
PACHUCA, HGO., 18 DE JULIO DE 2025.
El anuncio del retiro de Reina Rodríguez, figura destacada del aparato judicial, ha generado tanto aplausos como suspicacias.
Mientras algunos sectores celebran su trayectoria y su “aportación a la justicia”, otros no pueden evitar preguntarse: ¿por qué se va justo ahora? ¿Y por qué lo hace en silencio, sin declaraciones, sin enfrentar temas incómodos?
¿Será que, más que una salida digna, se trata de una retirada estratégica para no perder lo acumulado?
Durante años, Reina Rodríguez ocupó un lugar privilegiado en el sistema judicial. No sólo tenía influencia en decisiones de alto perfil, sino que también disfrutaba de los beneficios que acompañan a los altos cargos del poder judicial: salarios muy por encima del promedio nacional, bonos, escoltas, viáticos, y un prestigio casi intocable. En un país d onde la mayoría de los ciudadanos enfrenta burocracia, lentitud y desigualdad cuando pisa un juzgado, quienes están arriba del estrado a menudo viven en una burbuja. Y hay quienes, como Rodríguez, lograron mantenerse en la cima sin ensuciarse… al menos en apariencia.
Justo cuando el debate sobre la reestructuración del poder judicial comienza a tomar fuerza, cuando se habla de reducir sueldos, transparentar procesos de nombramiento y revisar el desempeño de jueces y magistrados, Rodríguez decide colgar la toga.
¿Coincidencia? ¿O anticipación calculada para retirarse con pensión completa, sin escrutinio público y con su legado intacto? Se habla de su rigor jurídico, de su defensa de causas justas. Pero también se le recuerda por su silencio ante casos polémicos, su cercanía con ciertos grupos de poder y su renuencia a criticar desde dentro un sistema judicial que, muchas veces, ha funcionado más como club de élite que como garante de justicia.
En vez de abrir espacios para una autocrítica del sistema, Reina Rodríguez opta por una salida discreta y sin saldos pendientes. Como si la historia judicial de este país pudiera cerrarse con una ceremonia elegante y sin rendición de cuentas.
Colgar la toga no es, en sí mismo, un acto de humildad o grandeza.
También puede ser un acto de autoprotección. Cuando los privilegios empiezan a verse amenazados, muchos prefieren retirarse a tiempo antes que enfrentar el juicio social o histórico.
Porque en México, a veces no se trata de servir a la justicia. Se trata de no perder lo que la justicia mal entendida ha regalado durante
décadas a unos pocos.