A la muerte de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, Presidente de la Suprema Corte de Justicia, asume la presidencia de la República en forma interina, cargo en el que se mantendría hasta el 30 de noviembre de ese mismo año, toda vez que a partir del 1° de diciembre, la ocuparía de manera definitiva.
Durante su interinato promulgó una ley de amnistía a favor de quienes se levantaron contra las instituciones, pero en la que fueron excluidos los generales imperialistas y con muchas restricciones para los porfiristas, lo que generó la inconformidad y posteriormente, el levantamiento de éstos.
Sin embargo, Lerdo logró restablecer la paz y ganar fácilmente las elecciones presidenciales por una notable mayoría el 15 de noviembre de 1872.
Como presidente constitucional restableció el Senado; propició una decidida intervención estatal para promover el desarrollo con una orientación nacionalista, por lo que se negó a otorgar concesiones a los norteamericanos; continuó la desamortización de los bienes del clero, aunque se provocaran protestas y rebeliones cristeras. Asimismo, inicio la reorganización de la hacienda pública e inauguró el ferrocarril Veracruz-México, promoviendo otros proyectos de progreso acariciados por los liberales, entre ellos la mejora de las comunicaciones.
Sebastián Lerdo de Tejada continuó el proceso de cambio iniciado con las leyes de Reforma de Juárez, cuya aplicación se vio interrumpida por la intervención francesa. Como nuevo presidente, elevó estas leyes al orden constitucional. En 1876, con el Plan de Tuxtepec, Porfirio Díaz derrocó el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, quien se exilió en Nueva York, lugar donde falleció el 21 de
abril de 1889.