Los políticos han sido siempre conocidos por su capacidad de adaptarse a cualquier partido, dependiendo su necesidad o la popularidad del partido en el poder, los famosos “brincolines” que van de un partido a otro, actualmente cada vez es más común que un candidato brinque de un partido a otro, tras un tiempo en un partido, deciden cambiar de rumbo y unirse a una nueva fuerza política, a menudo con la justificación de que sus ideales o estrategias ya no se alinean con los de su anterior agrupación.
Este constante vaivén genera cuestionamientos sobre la lealtad y la integridad de estos políticos, ya que sus decisiones suelen parecer motivadas por intereses personales más que por una verdadera convicción ideológica.
A menudo, los cambios de partido coinciden con momentos clave en la política nacional, como elecciones o reformas importantes, lo que
lleva a muchos a sospechar que el objetivo no es otro que asegurar su permanencia en el poder, independientemente de la plataforma política que apoyen.
Al mismo tiempo, esta práctica puede generar desconfianza en el electorado, que empieza a preguntarse si los políticos realmente están
trabajando por el bien común o simplemente buscando su propio beneficio.
Los partidos, por su parte, también enfrentan el desafío de mantener su identidad y cohesión interna ante la constante migración de figuras políticas que, en ocasiones, se llevan consigo a un importante número de seguidores. Tal y como está ocurriendo en MORENA el actual partido en el poder, un partido que debemos decir le costó mucho trabajo al expresidente AMLO, para que se convirtiera en la principal fuerza política de México, y esto se debió principalmente al anhelo de los mexicanos de un cambio verdadero, ahora el rumbo de ese partido se encuentra en manos de la actual presidenta y de algunos morenistas, pero de los verdaderos morenistas que tienen clara la ideología del partido.
En este clima de constante movilidad política, los votantes se ven obligados a mantenerse alertas, no solo para entender las propuestas y
posiciones de los políticos, sino también para juzgar sus motivaciones y la sinceridad de sus compromisos. El cambio de partido no es solo un movimiento táctico, sino un reflejo de la cambiante dinámica política del país, en la que los intereses personales pueden ser más poderosos quelas ideologías colectivas.
