Por: Luis Antonio Santillán Varela
25/05/2025
Felipe de Jesús Villanueva Gutiérrez, nacido el 5 de febrero de 1862 en Tecámac, Estado de México, es una de las figuras más representativas de la música mexicana del siglo XIX. Pianista, compositor y educador, su talento lo convirtió en una figura fundamental del movimiento romántico en el país.
Un talento precoz desde la infancia
Villanueva comenzó su acercamiento a la música desde muy pequeño. De manera autodidacta aprendió a tocar el violín y, a la edad de diez años, ya había compuesto su primera obra dedicada al cura Hidalgo. Su vocación lo llevó en 1873 a la Ciudad de México, donde intentó ingresar al Conservatorio Nacional de Música. Aunque fue rechazado, no desistió y optó por estudiar con maestros particulares, destacando entre ellos Antonio Valle.
Ascenso en la escena musical
Apenas adolescente, fue parte de la Orquesta del Teatro Hidalgo, donde tocaba el violín bajo la dirección de José C. Camacho. Con él también aprendió composición. En 1887, junto a músicos como Ricardo Castro y Gustavo E. Campa, fundó el Instituto Musical; una propuesta educativa que buscaba modernizar la enseñanza musical en el país.
Villanueva defendía la enseñanza de la música europea como base de formación académica. Introdujo a sus alumnos a los grandes compositores como Liszt, Chopin y Bach, y su prestigio como maestro le valió el reconocimiento de las clases altas de la época, que solicitaban sus servicios como profesor de piano.
Obras y estilo
Uno de sus mayores logros fue la composición del célebre “Vals poético”, una pieza de gran lirismo que se ha convertido en un emblema de la música romántica mexicana. Esta obra forma parte del repertorio esencial del piano en el país, junto a otras piezas notables como el “Vals Capricho” de Ricardo Castro o “Sobre las olas” de Juventino Rosas.
También compuso la ópera cómica Keofar, estrenada en 1892 en el Teatro Principal de la capital. Su catálogo incluye además mazurcas, polkas, marchas y piezas de cámara, que evidencian su gran versatilidad como creador.
Muerte prematura y legado duradero
El 28 de mayo de 1893, Villanueva falleció a causa de una neumonía, truncando una carrera prometedora a los 31 años. No obstante, su obra no fue olvidada. En 1945, fue homenajeado con el traslado de sus restos a la Rotonda de los hombres Ilustres en la Ciudad de México. Su ciudad natal, en reconocimiento a su legado, lleva hoy el nombre de Tecámac de Felipe Villanueva.
El impacto de Villanueva en la música mexicana sigue siendo relevante más de un siglo después. Su estilo, profundamente romántico y emocional, sentó las bases para el posterior desarrollo del nacionalismo musical. A través de su música y enseñanza, logró inmortalizar su visión artística y aportar a la consolidación de una identidad musical mexicana.