Por: Luis Antonio Santillán Varela]
22 de junio del 2025
Pocas cosas conmueven tanto como el sonido del violonchelo. Este instrumento de cuerdas frotadas, conocido por su tono cálido y envolvente, se ha ganado un lugar privilegiado en la historia de la música por su capacidad de transmitir emociones con una intensidad única.
De aspecto elegante y proporciones generosas, el violonchelo se ubica entre el violín y el contrabajo en cuanto a tamaño y registro. Se ejecuta sentado, con el instrumento sostenido entre las piernas, mientras el músico utiliza un arco para hacer vibrar sus cuerdas. Esta técnica permite obtener un sonido que se asemeja notablemente a la voz humana, lo que explica su popularidad entre intérpretes y compositores desde hace siglos.
«El violonchelo tiene una voz que se asemeja al alma humana: puede cantar, llorar, susurrar y gritar», comentó en alguna ocasión el célebre violonchelista Pierre Fournier. «La belleza del chelo está en su capacidad de hablar directamente al corazón, sin necesidad de palabras».
Aunque sus orígenes se remontan al Renacimiento, fue durante el Barroco cuando el violonchelo comenzó a tomar relevancia como solista. Obras como las célebres Suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach marcaron un antes y un después, abriendo camino a un repertorio cada vez más sofisticado. En siglos posteriores, autores como Antonín Dvořák, Edward Elgar y Dmitri Shostakóvich enriquecieron su legado con conciertos que desafiaban tanto la técnica como la expresividad de los intérpretes.
Pero el violonchelo no se limita al ámbito clásico. Hoy es habitual encontrarlo en géneros tan diversos como el rock, el pop, el jazz y la música cinematográfica. Desde las versiones enérgicas de Apocalyptica hasta las delicadas melodías en películas como La lista de Schindler, este instrumento ha demostrado su capacidad para adaptarse a distintos estilos sin perder su esencia.
En la actualidad, solistas como Yo-Yo Ma, Sol Gabetta y Sheku Kanneh-Mason han llevado al violonchelo a nuevos públicos, combinando virtuosismo con sensibilidad y acercando su sonido a las nuevas generaciones.
Aprender a tocar el chelo requiere muchos años de dedicación y paciencia. Cada instrumento tiene un carácter propio, y dominarlo implica establecer una conexión casi personal. «Tocar el violonchelo no es solo una cuestión de técnica, sino de sinceridad emocional», afirma Fournier.
En un mundo cada vez más acelerado, el violonchelo nos recuerda el valor de la pausa, de la emoción pura que se expresa sin palabras. Con cada arco que roza sus cuerdas, este noble instrumento nos invita a sumergirnos en un universo sonoro que trasciende culturas, épocas y fronteras.