Se descarrila tren en Ohio 100 mil litros de cloruro de vinilo se derraman, gran incertidumbre del daño que esto ocasionara en un futuro. ¡Minimizan el accidente!
El pasado 3 de febrero un tren en Ohio se descarriló y tuvo un accidente fatal, provocando que 100 mil litros de cloruro de vinilo se derramaran (el cloruro es un gas incoloro que se utiliza para fabricar plástico PVC y productos de vinilo, es decir, son cosas que se suelen usar cotidianamente, sin embargo, en caso de que llegue al cuerpo humano es imposible de extraer y puede producir diferentes padecimientos de gravedad, entre ellos el cáncer), lo preocupante es que esta sustancia es altamente tóxica, cancerígena e inflamable, por lo que se empezaron a dar explosiones en el lugar y los habitantes más cercanos tuvieron que dejar sus hogares.
Las autoridades estadounidenses señalado que la situación se ha arreglado, sin embrago recomendaron a los ciudadanos a beber de agua embotellada y consumir productos que no estuvieran a la intemperie como «medida de precaución», no obstante, residentes cerca de Pittsburgh han informado que los peces en el arroyo están apareciendo sin vida, sus mascotas se han enfermado y las personas están presentando problemas de salud como dificultades en la visión, náuseas, ardor de ojos y garganta, y dolor de cabeza.
La situación todavía es más preocupante porque en las últimas horas se formó una densa nube negra, muy probablemente con esta sustancia y, en caso de que llueva o no se despeje, podría perjudicar severamente en la salud de las millones de personas en la ciudad.
Algunas personas han catalogado el incidente como el ‘Chernóbil de Ohio’ o el ‘Chernóbil de Biden’, muchos ciudadanos, unido a escépticos, conspiranoicos y parte del Partido Republicano, creen que la Casa Blanca está ocultando la magnitud real del accidente, que apenas ha tenido eco en los medios de comunicación. Incluso hay quienes han desarrollado una teoría de la conspiración que circula por las redes sociales y que considera que la ‘crisis de los globos’ y supuestos ovnis no ha sido más que una maniobra de distracción orquestada desde Washington para tapar lo que para algunos es la «mayor desastre natural» en la historia de Estados Unidos.
Las autoridades sanitarias de Estados Unidos y los residentes de East Palestine atraviesan un periodo de seria incertidumbre a la espera de dilucidar los efectos a largo plazo del derrame de sustancias tóxicas. El Gobierno de Biden ha anunciado este viernes que desplegará un equipo de médicos y toxicólogos para realizar pruebas de salud pública en la zona afectada por los vertidos. Mientras tanto, los ciudadanos de esta ciudad, que fueron evacuados temporalmente tras el descarrilamiento, ciudadanos exigen una investigación completa de lo ocurrido antes de reanudar su vida normal por temor a efectos nocivos para su salud. Por el momento, los vecinos se quejan de síntomas como dificultad para respirar o picores.
Parte de esta investigación atañe al propio tren operado por Norfolk Southern. Empleados de la compañía, bajo condición de anonimato, revelaron esta semana a la cadena CBS que el vehículo había experimentado fallos mecánicos dos días antes del descarrilamiento y que transportaba una carga a todas luces exagerada: 151 vagones, entre ellos una veintena con elementos nocivos, para un peso total de unas 18.000 toneladas. Hasta el momento, la Junta Nacional para la Seguridad del Transporte de EEUU ha constatado «indicios preliminares de problemas mecánicos en uno de los ejes», a la espera de recabar más información.
Un total de 38 de estos vagones acabaron saliéndose de la vía, de los cuales al menos once contenían acrilato de butilo y, sobre todo, gas de cloruro de vinilo, empleado para la fabricación de plásticos y potencialmente cancerígeno. El incendio desatado por el descarrilamiento -acompañado de una explosión que lanzó una bola de fuego a casi un kilómetro de altura- obligó a la evacuación inmediata de los residentes de East Palestine, un pueblo de menos de 5.000 habitantes a sesenta kilómetros de la ciudad industrial de Pittsburgh y cercano a la frontera de Ohio con Pensilvania.
El lunes 6 de febrero, Norfolk Southern tomó la decisión de efectuar una «expulsión controlada» del gas y del resto de los productos químicos que contenían los otros nueve vagones; un procedimiento que, según el gobernador del estado de Pensilvania, Josh Shapiro, fue llevado a cabo «tal y como estaba planeado» y sin mayor trascendencia para la población. Sin embargo, expertos como el exjefe de Bomberos de Ohio Silverio Caggiano, han avisado de que la liberación del gas ha abierto una posible crisis medioambiental y sanitaria cuyos efectos podrían permanecer latentes entre 15 y 20 años, según comentarios recogidos por WFMJ, filial local de la cadena NBC.
De momento, el Departamento de Recursos Naturales del Estado ha confirmado que unos diez kilómetros del río próximo a la ciudad han quedado contaminadas por el incidente si bien aseguran, en declaraciones al portal Yahoo! News que el suministro de agua potable de la ciudad permanece intacto.