“Interminable corrupción”
El presidente Andrés Manuel López
Obrador ha dado a conocer que toda la corrupción durante sexenios anteriores
sigue saliendo a la luz, esto después de dar a conocer que cinco días antes de
concluir el sexenio de Enrique Peña Nieto, la Comisión Federal para la
Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) otorgó 63 permisos para
comercializar productos derivados del cannabis, la mayoría a familiares del expresidente
Vicente Fox, por lo que se iniciará una investigación.
De acuerdo con el presidente se
tiene que probar que los permisos se entregaron desde Cofepris para poder
avanzar en las indagatorias; sin embargo, aseguró que esto demuestra la forma
de actuar del antiguo régimen de corrupción.
El mandatario explicó que el
director de la Cofepris, Alejandro Svarch, le informó que ya se está realizando
una investigación para conocer si los permisos fueron entregados conforme a la
ley.
El tema de esta columna del periodista
Fabricio Mejía en el periódico Sin embargo.com, y como lo escribe no es la
mariguana ni el ex presidente que escribe tuis aparentemente poseído por el
espíritu de un puberto analfabeta y amoral, sino la corrupción de que, en sus
últimos cinco días, el Presidente Enrique Peña Nieto le haya autorizado, vía la
Cofepris, 63 licencias para vender productos chatarra. El tema es que Vicente
Fox es un subproducto de la corrupción.
Basta pensar en que, desde que
era el candidato disfrazado de vaquero, usaba una suite del
hotel Fiesta Americana, en el Paseo de la Reforma de la capital, que su dueño,
Olegario Vázquez Raña, le obsequió como “cortesía”. Vázquez Raña, desde su
periódico Excélsior elogió sin mesura a Vicente Fox, quien,
cada día de su Presidencia le dio 7.5 millones de pesos a los medios de
comunicación, al día, hasta llegar a gastar, en todo su sexenio, 16 mil
millones. Con esa fortuna de dinero público, el Gobierno de Fox pudo haber
construido, por ejemplo, 17 hospitales de especialidades o dos mil 200
escuelas. Prefirió hacerse propaganda personalizada. Muchos lo saben, pero no
está de más recordarlo: el día que compro solicitó dinero como si no fuera
público: Porfirio Muñoz Ledo, por ejemplo, pidió 200 millones para redactar su
inexistente “reforma del Estado” o José Luis Reyes, encargado de la seguridad
del equipo de transición, demandó rentar una oficina en las Lomas de
Chapultepec. Zedillo acabó por ordenar la creación de dos fideicomisos para Fox
y su equipo comenzó a cobrar como si fueran “asesores” de la Secretaría de
Hacienda de José Ángel Gurría. Más tarde, se integró otro fideicomiso al amparo
de Inbursa de Carlos Slim, para recibir “donaciones” privadas protegidas por el
secreto bancario. El dinero de Hacienda se depositó en ese fideicomiso privado
con las partidas presupuestales que debieron adjudicarse a “actividades
prioritarias” de estados y municipios. Del dinero de Hacienda, sabemos que Fox
y sus empleados se gastaron 45 millones en tan sólo tres meses. Del privado,
nunca hubo información. Así, desde el inicio, el ansia por el gastarse el
presupuesto público disfrazado de “donaciones” privadas dominó a esa mezcla de
conservadores radicales yunquistas, y gerentes que fue el Gabinete de Fox. Su
signo fue un personaje oscuro que estuvo encargado de la lucha contra la
corrupción, junto con Francisco Barrio Terrazas, llamado Eduardo Romero Ramos.
Él cobró en tan sólo tres meses, 300 mil pesos, provenientes de la simulación
de los fideicomisos privados que, en realidad eran transferencias ilegales de
dinero a cuentas a su nombre. Al final, los foxistas terminaron cobrando en
sólo tres meses de trabajo un total de 24 millones del Gobierno de Zedillo y 60
millones de Grupo Alfa, Cemex, y Telmex; es decir, unos 84 millones, por puro
“amor a México”. En Veracruz, una semana antes de tomar posesión como presidente
constitucional, un reportero le preguntó a Fox si él estaba cobrando un
salario. El presidente electo contestó, como siempre, tramposamente: “Todos,
sí. Nosotros, no”. El 1 de diciembre de 2000, Fox llevó a sus dos tomas de
posesión dos trajes diseñados por Hermenegildo Zegna.
Como dice el doctor en Ciencias
Sociales, Raúl Angiano, el foxismo fue “una caricatura grotesca del PRI: un
presidencialismo sin autoridad, tamizado por la frivolidad de la pareja
presidencial y la ignorancia agreste de su titular”. Debajo de su figura
larguirucha, estaban los intereses aliados que lo llevaron al poder: los
empresarios, los medios de comunicación, y la ultraderecha vernácula. Él se
pasó el sexenio sumido en escándalos de corrupción como la remodelación de Los
Pinos por nueve millones; me refiero a la tristemente célebre compra de toallas
con un sobreprecio de 400 dólares por toalla, sábanas de tres mil dólares,
cortinas de 17 mil dólares y una cama que costó medio millón de dólares.
Hundido en escándalos internacionales como la gira en China, los permisos
fueron por Mikel Arreola, fox dijo que sacaría a priistas de los pinos, pero en
realidad se quedaron los mismos con talegas de dinero y siguen deseando
regresar al poder…
Horas más tarde el expresidente
Vicente Fox señalo mediante sus redes sociales: son mentiras, «no tengo
ninguna licencia de cannabis».
Pero todavía hay quienes defienden al régimen anterior, y aun así quieren
regresar.
Después de las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador,
el expresidente Vicente Fox, quien ha promovido abiertamente la despenalización de
la marihuana para uso lúdico, rechazó que haya sido favorecido con dichos
permisos. En su cuenta de Twitter, llamó a López Obrador «gran
mentiroso» y le pidió presentar pruebas sobre sus declaraciones.
Solo unos días
después durante una conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional, y como
parte de la sección denominada “Quién es quién en las mentiras”, se exhibieron
los documentos con los que se otorgaron las autorizaciones, esto luego que Fox
negó el contar con permisos, sin embargo, la palabra corrupción se queda corta
con los expresidentes desde salinas hasta peña nieto.