Nota musical

DON GIOVANNI: LA ÓPERA DE MOZART QUE DESAFÍA EL TIEMPO Y LA MORAL

POR: LUIS ANTONIO SANTILLÁN VARELA
JUNIO 15 DEL 2025
VIENA, SIGLO XVIII. EN UNA ÉPOCA MARCADA POR EL ESPLENDOR DE LAS ARTES Y EL PENSAMIENTO ILUSTRADO, WOLFGANG AMADEUS MOZART SORPRENDIÓ AL MUNDO OPERÍSTICO CON DON GIOVANNI, UNA OBRA QUE COMBINA COMEDIA, DRAMA Y FILOSOFÍA EN UNA SOLA PARTITURA. ESTRENADA EN PRAGA EL 29 DE OCTUBRE DE 1787, ESTA ÓPERA EN DOS ACTOS, CON LIBRETO DEL POETA ITALIANO LORENZO DA PONTE, HA RESISTIDO EL PASO DEL TIEMPO COMO UNO DE LOS GRANDES PILARES DEL REPERTORIO LÍRICO INTERNACIONAL.

INSPIRADA EN LA LEYENDA DE DON JUAN, DON GIOVANNI NARRA LA HISTORIA DE UN NOBLE SEDUCTOR QUE, TRAS UNA VIDA DE ENGAÑOS Y CONQUISTAS AMORALES, FINALMENTE DEBE ENFRENTARSE A LAS CONSECUENCIAS DE SUS ACTOS. PERO ESTA NO ES UNA SIMPLE HISTORIA DE CASTIGO MORAL: ES UNA EXPLORACIÓN PROFUNDA DE LA CONDICIÓN HUMANA, DE LA LIBERTAD, LA CULPA Y EL DESEO.

UNA PARTITURA CARGADA DE TEATRALIDAD
LO QUE HACE ÚNICA A ESTA ÓPERA NO ES SOLO SU ARGUMENTO, SINO EL MODO EN QUE MOZART LE DA VIDA A TRAVÉS DE LA MÚSICA. CADA PERSONAJE TIENE UNA VOZ PROPIA, NO SOLO EN LO LITERAL, SINO EN SU CARACTERIZACIÓN MUSICAL. DESDE EL TONO LIGERO Y MELÓDICO DE LAS ESCENAS AMOROSAS HASTA LA TENSIÓN OSCURA DEL FINAL, DONDE EL PROTAGONISTA ES CONFRONTADO POR UNA FIGURA SOBRENATURAL, LA MÚSICA ACTÚA COMO VEHÍCULO EMOCIONAL Y NARRATIVO.

DON GIOVANNI, CON SU ENERGÍA SEDUCTORA Y ARROGANCIA IMPLACABLE, REPRESENTA LA REBELDÍA CONTRA LAS NORMAS SOCIALES, MIENTRAS QUE SU CRIADO, LEPORELLO, SIRVE COMO CONTRAPUNTO CÓMICO Y, A LA VEZ, COMO CONCIENCIA EXTERNA. LA PARTITURA EQUILIBRA CON MAESTRÍA LO SERIO Y LO FESTIVO, LO HUMANO Y LO FANTÁSTICO.

UNA OBRA QUE NO PIERDE VIGENCIA
MÁS DE DOS SIGLOS DESPUÉS DE SU ESTRENO, DON GIOVANNI CONTINÚA PROVOCANDO DEBATE Y ADMIRACIÓN. LAS PREGUNTAS QUE PLANTEA —SOBRE LA IMPUNIDAD, EL PODER, EL REMORDIMIENTO— SIGUEN SIENDO RELEVANTES EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA. POR ESO, NO SORPRENDE QUE DIRECTORES DE ESCENA ACTUALES LA ADAPTEN A CONTEXTOS MODERNOS, UTILIZANDO LA FIGURA DEL PROTAGONISTA COMO SÍMBOLO DE CONDUCTAS ABUSIVAS O DE SISTEMAS CORRUPTOS.

CRÍTICOS, FILÓSOFOS Y PSICOANALISTAS HAN REFLEXIONADO SOBRE LA COMPLEJIDAD DE ESTA OBRA. ALGUNOS HAN VISTO EN ELLA UNA METÁFORA DE LA LUCHA ENTRE EL DESEO Y LA LEY; OTROS, COMO SØREN KIERKEGAARD, HAN INTERPRETADO A DON GIOVANNI COMO UNA FIGURA DEL HOMBRE ESTÉTICO, ENTREGADO AL PLACER SIN RESPONSABILIDAD.

MOZART, EN SU PLENITUD CREATIVA
COMPUESTA CUANDO MOZART TENÍA APENAS 31 AÑOS, DON GIOVANNI REPRESENTA UNO DE LOS PUNTOS MÁS ALTOS DE SU CARRERA. EN ESTA ÓPERA, EL GENIO AUSTRIACO DEMUESTRA NO SOLO UNA HABILIDAD EXTRAORDINARIA PARA LA MELODÍA Y LA ARMONÍA, SINO TAMBIÉN UNA COMPRENSIÓN PROFUNDA DEL TEATRO Y DEL ALMA HUMANA.

MÁS QUE UNA SIMPLE PIEZA DEL PASADO, DON GIOVANNI SIGUE VIVA EN LOS ESCENARIOS DEL MUNDO, DESAFIANDO A CADA GENERACIÓN DE INTÉRPRETES Y ESPECTADORES A ENFRENTAR EL DILEMA QUE PLANTEA: ¿PUEDE ALGUIEN VIVIR SIN ASUMIR LAS CONSECUENCIAS DE SUS ACTOS?


Jascha Heifetz: El genio del violín que transformó la música del siglo XX

Por [Luis Antonio Santillán Varela]

8 de junio de 2025. 


En la historia de la música clásica, pocos intérpretes han dejado una marca tan profunda y duradera como Jascha Heifetz. Su nombre es sinónimo de perfección técnica, disciplina interpretativa y un legado que sigue inspirando a violinistas en todo el mundo. A más de 30 años de su muerte, su figura continúa siendo objeto de admiración y estudio en los principales conservatorios del planeta.

Heifetz nació el 2 de febrero de 1901 en Vilna, ciudad que pertenecía al Imperio Ruso en ese entonces (actual Lituania). Desde muy pequeño mostró un talento extraordinario para el violín. A los tres años ya tocaba con soltura, y a los siete hizo su primera presentación pública con orquesta. Su formación estuvo guiada por uno de los grandes maestros del violín, Leopold Auer, quien también enseñó a otros virtuosos como Milstein y Elman.

Su llegada a Estados Unidos marcó un antes y un después en su carrera. Con apenas 16 años, hizo su debut en el Carnegie Hall de Nueva York en 1917, dejando al público y a los críticos sin palabras. Se dice que el violinista Fritz Kreisler, presente en la sala, exclamó con resignación: “Después de esto, todos deberíamos guardar nuestros violines”.

El estilo de Heifetz se caracterizaba por una ejecución impecable, una afinación extremadamente precisa y un timbre cristalino que se convirtió en su sello personal. Aunque algunos opinaban que su interpretación era demasiado calculada, la mayoría lo consideraba un modelo de excelencia. Su capacidad para transmitir emoción sin excesos expresivos lo distinguía de sus contemporáneos.

Durante su larga carrera, grabó una enorme cantidad de obras del repertorio clásico, incluyendo conciertos de compositores como Tchaikovsky, Sibelius, Beethoven y Brahms. También se interesó por la música de su tiempo, interpretando y estrenando obras de autores contemporáneos como William Walton y Korngold. Además, realizó arreglos de piezas populares y participó en grupos de música de cámara junto a figuras como Arthur Rubinstein y Gregor Piatigorsky.

Durante la Segunda Guerra Mundial, se unió a los esfuerzos artísticos para levantar el ánimo de los soldados aliados, ofreciendo conciertos en bases militares y hospitales. En sus últimos años, se dedicó a la enseñanza en la Universidad del Sur de California, transmitiendo su rigurosa visión musical a nuevos talentos.

Heifetz murió en 1987, pero su influencia perdura. Sus grabaciones son todavía referencia obligada para estudiantes y profesionales del violín. Su instrumento más querido, un Guarneri del Gesù fabricado en 1742, es recordado como parte de su leyenda.

En una época en la que la técnica se ha democratizado gracias a la tecnología y la educación global, el ejemplo de Heifetz sigue siendo un punto de referencia. Su nombre continúa representando no solo la destreza instrumental, sino también la búsqueda incansable de la perfección artística.


Felipe Villanueva: la sensibilidad musical que marcó el rumbo del romanticismo mexicano

Por: Luis Antonio Santillán Varela
25/05/2025

Felipe de Jesús Villanueva Gutiérrez, nacido el 5 de febrero de 1862 en Tecámac, Estado de México, es una de las figuras más representativas de la música mexicana del siglo XIX. Pianista, compositor y educador, su talento lo convirtió en una figura fundamental del movimiento romántico en el país.

Un talento precoz desde la infancia
Villanueva comenzó su acercamiento a la música desde muy pequeño. De manera autodidacta aprendió a tocar el violín y, a la edad de diez años, ya había compuesto su primera obra dedicada al cura Hidalgo. Su vocación lo llevó en 1873 a la Ciudad de México, donde intentó ingresar al Conservatorio Nacional de Música. Aunque fue rechazado, no desistió y optó por estudiar con maestros particulares, destacando entre ellos Antonio Valle.

Ascenso en la escena musical
Apenas adolescente, fue parte de la Orquesta del Teatro Hidalgo, donde tocaba el violín bajo la dirección de José C. Camacho. Con él también aprendió composición. En 1887, junto a músicos como Ricardo Castro y Gustavo E. Campa, fundó el Instituto Musical; una propuesta educativa que buscaba modernizar la enseñanza musical en el país.

Villanueva defendía la enseñanza de la música europea como base de formación académica. Introdujo a sus alumnos a los grandes compositores como Liszt, Chopin y Bach, y su prestigio como maestro le valió el reconocimiento de las clases altas de la época, que solicitaban sus servicios como profesor de piano.

Obras y estilo
Uno de sus mayores logros fue la composición del célebre “Vals poético”, una pieza de gran lirismo que se ha convertido en un emblema de la música romántica mexicana. Esta obra forma parte del repertorio esencial del piano en el país, junto a otras piezas notables como el “Vals Capricho” de Ricardo Castro o “Sobre las olas” de Juventino Rosas.
También compuso la ópera cómica Keofar, estrenada en 1892 en el Teatro Principal de la capital. Su catálogo incluye además mazurcas, polkas, marchas y piezas de cámara, que evidencian su gran versatilidad como creador.

Muerte prematura y legado duradero
El 28 de mayo de 1893, Villanueva falleció a causa de una neumonía, truncando una carrera prometedora a los 31 años. No obstante, su obra no fue olvidada. En 1945, fue homenajeado con el traslado de sus restos a la Rotonda de los hombres Ilustres en la Ciudad de México. Su ciudad natal, en reconocimiento a su legado, lleva hoy el nombre de Tecámac de Felipe Villanueva.

El impacto de Villanueva en la música mexicana sigue siendo relevante más de un siglo después. Su estilo, profundamente romántico y emocional, sentó las bases para el posterior desarrollo del nacionalismo musical. A través de su música y enseñanza, logró inmortalizar su visión artística y aportar a la consolidación de una identidad musical mexicana.

¿Escuchar a Mozart nos vuelve más listos? Lo que realmente dice la ciencia sobre este famoso efecto

Por: Luis Antonio Santillán Varela
11 de mayo de 2025
Durante décadas, ha circulado la idea de que la música clásica —y en especial la de Wolfgang Amadeus Mozart— puede potenciar nuestras capacidades mentales. Este fenómeno, conocido como el «Efecto Mozart», ha sido motivo de entusiasmo en aulas, guarderías y hogares, al punto de convertirse en un fenómeno cultural. Pero ¿qué tan cierto es que escuchar a Mozart mejora la inteligencia?
Un experimento que hizo historia
La noción del Efecto Mozart nació en 1993, cuando un equipo de investigadores liderado por Frances Rauscher publicó un estudio en la revista Nature. En él, se detallaba que algunos estudiantes mejoraron temporalmente su desempeño en tareas de razonamiento espacial después de escuchar una sonata de Mozart durante unos minutos.
La noticia no tardó en viralizarse. En poco tiempo, se multiplicaron los programas educativos y los productos destinados a estimular la mente de los niños a través de la música clásica. Incluso se entregaron discos compactos con obras de Mozart a recién nacidos en ciertos estados de EE. UU.
¿Qué han descubierto los estudios posteriores?
A lo largo de los años, varios investigadores han intentado replicar los resultados originales. Algunas pruebas arrojaron efectos similares, pero muchas otras no encontraron diferencias significativas. Hoy en día, la mayoría de los científicos coinciden en que el impacto de la música de Mozart ha sido sobredimensionado.
“La mejora que se observó en algunos estudios probablemente se deba a un aumento momentáneo en la atención y el estado de ánimo, más que a un verdadero incremento en la inteligencia”, explica la neuropsicóloga Ana María Jiménez.
¿Y si no es Mozart?
Al analizar más a fondo, muchos especialistas concluyen que el beneficio no proviene exclusivamente de las obras de Mozart, sino de escuchar música agradable en general. De hecho, investigaciones más recientes han demostrado que otros géneros musicales pueden provocar efectos similares, siempre que resulten placenteros para quien los escucha.
“Cualquier tipo de música que genere bienestar emocional podría tener un efecto positivo en la concentración o la resolución de problemas”, señala Jiménez.
La música sí tiene beneficios
Aunque el Efecto Mozart como potenciador intelectual puede no ser tan sólido como se pensaba, la música sigue teniendo un valor indiscutible. Escucharla o interpretarla favorece la memoria, la coordinación, la creatividad y ayuda a reducir el estrés. En el ámbito educativo, aprender música puede tener efectos duraderos en el desarrollo cognitivo de niños y jóvenes.
En resumen, aunque escuchar a Mozart no nos convierta en genios, disfrutar de la música —clásica o no— sigue siendo una excelente forma de estimular el cerebro y mejorar nuestro bienestar general.

«Stabat Mater» (Estaba la madre): Un Lamento que Traspasa los Siglos y los Estilos

Por [Luis Antonio Santillán Varela]
Desde los templos barrocos hasta las salas de concierto contemporáneas, el Stabat Mater ha sido una fuente inagotable de inspiración para compositores a lo largo de la historia. Este antiguo himno católico del siglo XIII atribuido al franciscano Jacopone da Todi, describe el sufrimiento de la Virgen María mientras presencia la crucifixión de su hijo, Jesucristo. El texto ha sido musicalizado por decenas de artistas que han sabido traducir su carga emocional a los más variados lenguajes musicales.

Giovanni Battista Pergolesi (1736)
Quizá la versión más célebre sea la de Pergolesi, compuesta poco antes de su prematura muerte a los 26 años. Escrita para soprano, contralto y cuerdas, su Stabat Mater combina la sobriedad litúrgica con una belleza melódica casi operística. Es una obra íntima, que parece flotar entre el dolor y la resignación, y que se ha convertido en emblema del barroco tardío.

Gioachino Rossini (1841)
Cien años después, Rossini —conocido por su maestría en la ópera— ofreció una versión grandilocuente, para coro, orquesta y solistas. Su Stabat Mater se aleja del recogimiento barroco para abrazar la emoción teatral. Cada número parece una escena operística, una oración en forma de aria, donde la Virgen María se convierte en una figura dramática y universal.

Antonín Dvořák (1877)
Para Dvořák, el Stabat Mater fue un refugio y un grito de dolor: escribió la obra tras la muerte de tres de sus hijos. Su versión, profunda y solemne, está escrita para gran orquesta, coro y solistas, y expresa tanto la tragedia personal como la fe en la esperanza. Es una de las piezas más intensas y conmovedoras del repertorio sacro romántico.

Francis Poulenc (1950)
Ya en el siglo XX, Francis Poulenc compuso un Stabat Mater tras la repentina muerte de un amigo cercano. El estilo de Poulenc mezcla disonancias modernas con armonías tonales, en una síntesis donde lo sagrado se mezcla con lo humano. Su obra evoca el misterio de la fe desde una óptica contemporánea y casi cinematográfica.

Arvo Pärt (1985)
Por último, el compositor estonio Arvo Pärt, ícono del minimalismo sacro, propuso una lectura completamente distinta. Su Stabat Mater es un canto lento y espiritual, casi detenido en el tiempo, para trío vocal y trío de cuerdas. En él, el silencio tiene tanto peso como el sonido, y cada nota parece una plegaria.

Un himno eterno

Estas versiones del Stabat Mater no solo muestran la evolución de la música sacra, sino también la universalidad del dolor y la compasión. Desde el barroco hasta el siglo XXI, el lamento de una madre ante la muerte de su hijo sigue resonando con fuerza, adaptándose a cada época, pero sin perder su esencia.

Porque el arte, como el sufrimiento, no tiene fronteras.

“Cristo en el Monte de los Olivos” Op. 85 (Christus am Ölberge, Op. 85) de Ludwig V. Beethoven.

Por Luis Antonio Santillán | Abril, 2025

El 5 de abril de 1803, Ludwig van Beethoven sorprendía al mundo con una obra singular y poco conocida: “Cristo en el Monte de los Olivos” (Christus am Ölberge, Op. 85), un oratorio dramático que refleja no solo el tormento de Jesús en Getsemaní, sino también los conflictos internos del propio compositor. El oratorio fue estrenado en el Teatro de Viena, como parte de un grandioso concierto que también incluía el estreno de la Segunda Sinfonía y el Tercer Concierto para Piano; sin embargo, la figura de Jesús en su momento más humano captó la atención del público vienés de manera inesperada.

Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como sea tu voluntad.

“Cristo en el Monte de los Olivos”, se concentra en un instante crucial: la noche anterior a la crucifixión. Jesús, representado por un tenor, se encuentra solo, abatido por el miedo, pero finalmente resuelto a aceptar su destino. Un ángel (soprano) desciende a consolarlo, y un coro de soldados y discípulos aporta el contexto dramático. Beethoven no se basó en un texto bíblico literal. El libreto, escrito por Franz Huber, adapta el episodio evangélico con libertad poética, en una clara intención de subrayar el aspecto emocional y existencial del momento, más que su dogma religioso.

Mi alma está turbada

La obra destaca por su intensidad expresiva. La partitura, alterna entre la oscuridad del dolor y la luminosidad de la redención. En el aria “Meine Seele ist erschüttert” (“Mi alma está turbada”), el Jesús de Beethoven revela una angustia casi operística, cercana a los grandes héroes trágicos. El ángel, con su voz clara y celestial, ofrece un contraste de consuelo y promesa. El coro final, en un canto de victoria espiritual, anuncia que, aunque el sufrimiento es inevitable, la fe y el amor triunfan sobre el miedo.

El huerto de Getsemaní

El Huerto de Getsemaní, ha sido una fuente de inspiración profunda y constante en la música, especialmente en la música sacra. Representa uno de los momentos más íntimos y dramáticos de la Pasión: el instante en que Jesús, completamente solo, enfrenta su miedo, su humanidad y su misión. Jesús en Getsemaní es besado por Judas; esta era la señal previamente pactada, para que los soldados al llegar al huerto pudieran reconocerle de entre sus discípulos y así arrestarle. Cabe mencionar que Beethoven fue tocado profundamente por este hermoso pasaje bíblico, el cual representa una alta dimensión humana y filosófica.


El Concierto para Piano N.º 1 de Beethoven: Un Viaje de Alma y Creación

La recomendación musical para nuestros lectores, es escuchar el hermoso Concierto para Piano N.º 1 de Beethoven, en donde cada nota representa un susurro de valentía, un eco de transformación que nos invita a seguir la melodía de nuestro propio destino. 

Estrenada en 1800, esta obra no solo se alza como una pieza musical, sino como un canto a la libertad del alma, a la ruptura de las cadenas que nos atan a lo esperado, y al abrazo de lo nuevo, lo incierto, lo inexplorado. 

Es muy importante escuchar este concierto con pianistas expertos en Beethoven; puesto que, esto cambia radicalmente el nivel de apreciación de la obra; por lo que, recomendamos escuchar las versiones de Alfred Brendel, Maurizio Pollini y/o Claudio Arrau. Cualquiera de estas versiones nos garantiza un logro estético incomparable e insuperable, aún con las respectivas diferencias que las hacen únicas. 

El primer movimiento, Allegro con brio, es como un viento impetuoso que nos arrastra, desafiando cada duda, cada miedo. 

El piano se alza, como un guerrero, luchando contra las fuerzas que intentan detenerlo. Aquí, Beethoven nos enseña que el coraje se esconde en los momentos de mayor incertidumbre, cuando la oscuridad parece invadirnos, pero decidimos, como el compositor, avanzar con paso firme hacia la luz de nuestra propia creación. 

Luego llega Larghetto, con su suave respiro, como el suspiro de quien se ha perdido en la vorágine del mundo y, finalmente, se detiene. Aquí, en la quietud, encontramos la serenidad que emerge después de la tormenta. La melodía tranquila es un recordatorio de que, en medio del caos, también hay belleza, y que la calma es tan necesaria como la acción. 

Beethoven nos susurra al oído: hay fuerza en la quietud, hay poesía en el silencio. 

Y entonces, como un río que tras la calma se desborda en su caudal, llega el Rondo:
Allegro. En este tercer movimiento, la alegría se desborda en cada acorde, como una celebración del alma que ha superado sus propias sombras. Cada nota es un canto a la vida, un reflejo del triunfo que solo puede llegar tras la lucha interna. Este es el momento de la flor que finalmente se abre, del sueño que se materializa, de la canción que por fin se canta en libertad.

El Concierto para Piano N.º 1 no es solo música; es una danza entre lo humano y lo divino, una travesía del corazón que se eleva más allá de las limitaciones del cuerpo. Beethoven, como un arquitecto de emociones, nos lleva a través de un viaje donde la adversidad se convierte en belleza y la creación emerge de las profundidades del ser. 

Hoy, su obra nos habla, como si el compositor aún estuviera aquí, invitándonos a seguir nuestro propio viaje. A crear sin miedo, a ser auténticos, a romper con lo que nos limita. 

Como Beethoven, podemos transformar cada dificultad en una melodía, cada silencio en poesía, y cada paso incierto en un eco eterno de nuestra esencia. 

Que cada acorde de este concierto resuene en nuestro pecho, recordándonos que somos los compositores de nuestras vidas, y que, a través de cada desafío, podemos encontrar la armonía de nuestra propia voz.


MERCEDES SOSA (1935-2009); CANTANDO AL SOL COMO LA CIGARRA

POR: LUIS ANTONIO SANTILLÁN VARELA 

NADIE HUBIER IMAGINADO QUIZÁS QUE UNA MUJER DE RASGOS INDÍGENAS Y SEMBLANTE HUMILDE; DEDICADA A SER PROFESORA DE DANZAS, PUDIESE HOY EN DÍA SER CONSIDERADA LA VOZ DE LATINOAMÉRICA EN EL MUNDO. 

LA “NEGRA” SOSA, COMENZÓ CANTANDO PARA SUS AMIGOS EN SU NATAL SAN MIGUEL DE TUCUMÁN (ARGENTINA) Y CONTINUÓ HACIÉNDOLO ASÍ HASTA EL FINAL DE SU VIDA. SIN HABER CUMPLIDO AÚN VEINTE AÑOS, GANA UN CERTAMEN CON LA SAMBA “TRISTE ESTOY” COMPUESTA POR MARGARITA PALACIOS, CUYO PREMIO CONSISTIÓ EN UN CONTRATO POR DOS MESES PARA CANTAR EN UNA RADIO DIFUSORA LOCAL, CON LO CUAL SE EMPIEZA A AR A CONOCER COMO CANTANTE. A COMIENZOS DE LOS AÑOS SESENTA, MERCEDES ES CONSIDERADA COMO UNA DE LAS MEJORES REPRESENTANTES DEL “MOVIMIENTO DEL NUEVO CANCIONERO”, UNA CORRIENTE RENOVADORA QUE LLEGÓ DESDE MENDOZA Y QUE PROPONÍA ENTRE OTRAS COSAS DEJAR DE CANTAR AL PAISAJE Y, EN SU LUGAR, CANTAR EL SENTIR COTIDIANO TAN ENDURECIDO DEL HOMBRE Y LA MUJER DEL CAMPO. 

SU BRILLANTE PARTICIPACIÓN EN EL “FESTIVAL NACIONAL DE FOLKLORE, COSQUÍN 65”, PROPICIA LA GRABACIÓN DE SU PRIMER DISCO AL AÑO SIGUIENTE, CON LO QUE SE PROYECTA A LA FAMA GANÁNDOSE ALGUNOS SOBRENOMBRES COMO EL DE “LA VOZ DE LA ZAFRA”.

LAMENTABLEMENTE, LA REPRESIÓN POLÍTICA QUE VIVIÓ LA ARGENTINA DE LOS AÑOS SETENTA TERMINA POR OBLIGAR A LA “NEGRA” A EXILIARSE EN 1978, DESPUÉS DE SER PERSEGUIDA Y CUESTIONADA EN MÚLTIPLES OCASIONES POR LOS MENSAJES DE SUS CANCIONES.

EL PROFUNDO AMOR Y FERVOR QUE SIEMPRE TUVO POR SU PAÍS, LE HACEN VOLVER EN EL AÑO 1982 PARA DAR TRECE RECITALES EN EL TEATRO ÓPERA DE BUENOS AIRES, EN LOS CUALES FUE ESCUCHADA POR PRIMERA VEZ POR MUCHOS JÓVENES QUE NO LA CONOCÍAN Y SU IMPACTO EN ELLOS FUE BRUTAL. 

“CANTANDO AL SOL COMO LA CIGARRA, DESPUÉS DE UN AÑO BAJO LA TIERRA, IGUAL QUE SOBREVIVIENTE QUE VUELVE DE LA GUERRA”, ES EL ESTRIBILLO DE LA EMBLEMÁTICA CANCIÓN DE MARÍA ELENA WALSH “COMOLA CIGARRA”. ESTA CANCIÓN INTERPRETADA SIN PARANGÓN POR MERCEDES SOSA, ES UNA METÁFORA DE LA VIDA Y TAMBIÉN UN HIMNO AL VALOR, AL ORGULLO Y A LA LIBERTAD.

MERCEDES SOSA, ACTUÓ EN EL LINCOLN CENTER Y CARNEGIE HALL DE NUEVA YORK, MOGADOR DE PARÍS Y EN CASI TODA EUROPA CON GRAN ÉXITO; ASÍ MISMO, GANÓ IMPORTANTES PREMIOS COMO LA “ORDEN DE LAS LETRAS Y DE LAS ARTES DE FRANCIA” EN EL GRADO DE COMENDADOR, TAMBIÉN LA “ORDEN DEL MÉRITO” EN ALEMANIA Y LA MEDALLA AL MÉRITO CULTURAL DE ECUADOR ENTRE MUCHOS OTROS. 

SUS INTERPRETACIONES HAN CONFLUIDO CON DIVERSOS GÉNEROS MUSICALES, SIN DEJAR NUNCA DE HABER TENIDO UN EXQUISITO GUSTO PARA ESCOGER SUS CANCIONES; SUS MENSAJES HAN MOTIVADO A PUEBLOS ENTEROS A ESCUCHAR LAS RAÍCES DE SU TIERRA Y A CONSERVAR SU IDENTIDAD; EL ENCANTO DE SU VOZ A CAUTIVADO A PÚBLICOS QUE SIN COMPRENDER LA COMPLEJIDAD DE SU POESÍA, INTUYEN LA PROFUNDIDAD Y EL VALOR ESTÉTICO DE SU ARTE; SU VALOR COMO SER HUMANO HA PERMITIDO DAR A CONOCER AL MUNDO A NUEVOS ARTISTAS COTERRÁNEOS SUYOS, QUE HOY EN DÍA TIENEN UN LUGAR GANADO MÁS ALLÁ DE SUS FRONTERAS. SE NECESITAN TANTAS COSAS PARA TRASCENDER EN EL MUNDO Y SER REFERENTE DE UN PUEBLO, DE UNA RAZA Y DE TODO UN CONTINENTE COMO LO FUE MERCEDES SOSA; PERO LA MÁS IMPORTANTE Y DIFÍCIL DE TODAS, ES TENER EL CORAZÓN PARA NO DESISTIR, PARA HACER ALGO DIFERENTE A LOS DEMÁS, PARA ROMPER TODOS LOS LÍMITES Y NO DEJAR DE AMAR NUNCA SU LABOR; ESE CORAZÓN, SIEMPRE LO TUVO LA “NEGRA”. 

Richard Wagner (1813-1883); ideas y teorías.

Por: Luis Antonio Santillán Varela

Es interesante hablar de uno de los más grandes genios de la música de todos los tiempos; no solo como compositor, sino también como el poeta y dramaturgo reformador del teatro. Su temperamento, sus ideas y su genialidad fueron puestas en acción arquitectónicamente. Nadie ha tenido un espíritu más metódico y ordenado que este anarquista, cuyos contemporáneos veían paradójicamente como un destructor.

Las reformas que Wagner deseó aportar al arte son tan radicales que sería bueno comenzar por analizar el terreno antes que cruzar los fundamentos de la construcción.

Antes que compositor; Wagner fue un gran pensador e intelectual revolucionario, quién trabajaría toda su vida retomando sus propias ideas; éstas, se van coordinando y unificando hasta crear un sistema creativo coherente de muy alto nivel estético. Sus aportes teóricos y musicales son invaluables, ya que cada uno de sus escritos y tratados, indican un sentido constantemente evolutivo, el cual comienza desde “el arte y la revolución” y “la obra de arte del futuro” realizadas en 1849; hasta los escritos del fin de su vida, pasando por “Ópera y drama” (1851), “Un mensaje a mis amigos” (1851), “La música del futuro” (1860) y “Arte y política alemanes” (1865); entre otras. 

Del mismo modo; sus obras musicales se realizaron por etapas, desde “El holandés errante” hasta la tetralogía y “Parsifal”. En su “Estudio del drama wagneriano”; Houston Stewart Chamberlain, a clasificado las obras de Wagner en tres grupos: el primero desde “El holandés errante” hasta Rienzi; el segundo, después de Rienzi hasta Lohengrin y, finalmente el tercero, que abarca todo lo que se escribió después de Lohengrin.

En una carta que Wagner escribe a Franz Liszt en 1848; se ponen de manifiesto sus ideales artísticos, al mencionar que un instinto inconsciente le había hecho desear producir un arte sin precedentes; argumentando que para él, la ópera como representación teatral, es el arte susceptible de dar al hombre la mejor imagen de la humanidad. A partir de esto, Wagner decide hacer puestas en escena, para las cuales escribe los libretos, compone la música y dirige también la orquesta; para de este modo, lograr un arte total sin precedentes en la historia de la música, que hasta ahora no ha podido ser igualado.

Es muy difícil encontrar hoy en día a un genio creador de obras musicales; pero casi imposible, si además éste fuese un tratadista teórico, poeta y dramaturgo. La figura de Wagner es repudiada por muchos, debido a sus ideales políticos que lo relacionan directamente con la Alemania Nazi y a su postura filosófica que simpatiza con el ideal del “superhombre” planteado por Friedrich Nietzsche.

Más allá de los cánones ideológicos y políticos, aprendamos a ver y a escuchar al gran genio del arte, quién dejó un legado invaluable para la humanidad con su obra.