Por: Luis Antonio Santillán Varela
11 de mayo de 2025
Durante décadas, ha circulado la idea de que la música clásica —y en especial la de Wolfgang Amadeus Mozart— puede potenciar nuestras capacidades mentales. Este fenómeno, conocido como el «Efecto Mozart», ha sido motivo de entusiasmo en aulas, guarderías y hogares, al punto de convertirse en un fenómeno cultural. Pero ¿qué tan cierto es que escuchar a Mozart mejora la inteligencia?
Un experimento que hizo historia
La noción del Efecto Mozart nació en 1993, cuando un equipo de investigadores liderado por Frances Rauscher publicó un estudio en la revista Nature. En él, se detallaba que algunos estudiantes mejoraron temporalmente su desempeño en tareas de razonamiento espacial después de escuchar una sonata de Mozart durante unos minutos.
La noticia no tardó en viralizarse. En poco tiempo, se multiplicaron los programas educativos y los productos destinados a estimular la mente de los niños a través de la música clásica. Incluso se entregaron discos compactos con obras de Mozart a recién nacidos en ciertos estados de EE. UU.
¿Qué han descubierto los estudios posteriores?
A lo largo de los años, varios investigadores han intentado replicar los resultados originales. Algunas pruebas arrojaron efectos similares, pero muchas otras no encontraron diferencias significativas. Hoy en día, la mayoría de los científicos coinciden en que el impacto de la música de Mozart ha sido sobredimensionado.
“La mejora que se observó en algunos estudios probablemente se deba a un aumento momentáneo en la atención y el estado de ánimo, más que a un verdadero incremento en la inteligencia”, explica la neuropsicóloga Ana María Jiménez.
¿Y si no es Mozart?
Al analizar más a fondo, muchos especialistas concluyen que el beneficio no proviene exclusivamente de las obras de Mozart, sino de escuchar música agradable en general. De hecho, investigaciones más recientes han demostrado que otros géneros musicales pueden provocar efectos similares, siempre que resulten placenteros para quien los escucha.
“Cualquier tipo de música que genere bienestar emocional podría tener un efecto positivo en la concentración o la resolución de problemas”, señala Jiménez.
La música sí tiene beneficios
Aunque el Efecto Mozart como potenciador intelectual puede no ser tan sólido como se pensaba, la música sigue teniendo un valor indiscutible. Escucharla o interpretarla favorece la memoria, la coordinación, la creatividad y ayuda a reducir el estrés. En el ámbito educativo, aprender música puede tener efectos duraderos en el desarrollo cognitivo de niños y jóvenes.
En resumen, aunque escuchar a Mozart no nos convierta en genios, disfrutar de la música —clásica o no— sigue siendo una excelente forma de estimular el cerebro y mejorar nuestro bienestar general.

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