El Louvre, el museo más visitado del mundo y un símbolo global de arte, belleza y resistencia, ha resistido guerras, terrorismo y pandemias, pero el lunes fue paralizado por su propio personal en huelga, quienes afirman que la institución se está desmoronando bajo el peso del turismo masivo.
Era una vista casi impensable: el hogar de obras de Leonardo da Vinci y milenios de los mayores tesoros de la civilización, paralizado por las mismas personas encargadas de dar la bienvenida al mundo a sus galerías.
Miles de visitantes varados y confundidos, con boletos en mano, fueron agrupados en filas inmóviles junto a la pirámide de vidrio de I.M. Pei.
El Louvre se ha convertido en un símbolo del turismo llevado al límite. Mientras que lugares emblemáticos desde Venecia hasta la Acrópolis se apresuran a controlar las multitudes, el museo más icónico del mundo, visitado por millones, está alcanzando su propio punto de quiebre.
La huelga del Louvre estalló durante una reunión interna rutinaria, cuando los asistentes de galería, agentes de boletos y personal de seguridad se negaron a ocupar sus puestos en protesta por las multitudes incontrolables, la falta de personal y condiciones de trabajo “insostenibles”.