PAG. 5OPINIÓN DE: CARLOS BETANCOURT
PACHUCA, HGO., 11 DE JULIO DE 2025.
La ofensiva contra el doctor Hugo López-Gatell no ha cesado.
Quienes se sintieron afectados por las reformas sanitarias impulsadas durante su gestión como subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador simplemente no le perdonan haberles arrebatado uno de los negocios más lucrativos del Estado mexicano: la salud convertida en botín.
La propuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum para que López-Gatell represente a México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS) reavivó una vieja pero persistente guerra mediática. De nuevo, las columnas de opinión, las plumas “prestigiadas”, y los mismos rostros de los noticiarios estelares se alinearon para atacar al epidemiólogo que se atrevió a denunciar públicamente los intereses económicos y políticos detrás de la distribución de medicamentos en México.
El 1 de octubre de 2019 marcó un punto de quiebre. El gobierno de México anunció la implementación de la compra consolidada de medicamentos. Esta estrategia buscaba acabar con el sistema de intermediación privada que por años permitió a un puñado de empresas obtener contratos millonarios sin competencia real. Cuatro de estas firmas concentraban buena parte del mercado, generando utilidades altísimas gracias a su cercanía con las cúpulas políticas del PRI y el PAN.
Roberto Madrazo, Osorio Chong, Manlio Fabio Beltrones, José Narro y otros nombres del viejo régimen aparecieron vinculados, directa o indirectamente, a estas redes de poder económico en el sector salud.
No es casual que, desde entonces, López-Gatell se convirtiera en blanco.
Había ayudado a romper un engranaje corrupto que dejó de generar alrededor de 100 mil millones de pesos anuales a estas estructuras. Y eso, en política, no se perdona fácilmente.
La campaña contra López-Gatell no fue sólo de laboratorios y farmacéuticas. También incomodó a los gigantes de la industria alimentaria y tabacalera, al impulsar junto con organizaciones civiles como El Poder del Consumidor, el etiquetado frontal de advertencia en productos ultraprocesados. Al señalar que la alta mortalidad por COVID-19 tenía relación directa con comorbilidades como obesidad, diabetes o hipertensión vinculadas al consumo de bebidas azucaradas, frituras y tabaco, tocó fibras muy sensibles en corporaciones acostumbradas a operar sin regulaciones.
El reciente anuncio de su nombramiento ante la OMS ha sido interpretado por algunos como una suerte de “exilio dorado”. La narrativa pretende hacer creer que Sheinbaum lo envía lejos, como una forma de apartarlo del escenario nacional. Pero los hechos indican lo contrario: la presidenta ha reiterado su respeto por la trayectoria de Gatell y su convicción de que desempeñará un papel destacado en el organismo internacional.
La guerra, sin embargo, sigue. Se trata de una batalla política, económica y mediática.
Los intereses que quedaron al margen del nuevo modelo de compras públicas que buscaron sabotear abasto de medicamentos y manipular el dolor social de pacientes oncológicos no descansan.
Tienen recursos, tienen medios, y tienen todavía influencia.