Sobrevivencia en esta podredumbre, entre la peste y las plagas, al lado de un enorme e inacabable foco de infección.
Presa Endhó, ubicado al sur del Valle del Mezquital, a 85 kilómetros de la ciudad de México, fue construida entre 1947-1952, y en un principio concentró agua dulce proveniente del río Tula. Ahí se practicaban deportes acuáticos y la pesca, hasta que pasó a convertirse, en 1975 –durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez y cuando Octavio Sentíes Gómez era jefe del Departamento del Distrito Federal–, en depósito de las aguas cloacales del valle de México y de la capital del país, que diariamente expulsa casi 40 mil litros de aguas negras por segundo, el depósito fue condenado, desde hace 38 años, a recibir las aguas residuales de la capital del país, que son transportadas por el río Tula.
El olor desagradable que desprenden sus aguas es insoportable afectando de manera directa a 17 comunidades asentadas a su alrededor, donde habitan unas 40 mil personas.
Por otro lado son apreciadas por los campesinos por sus cualidades para el riego de sus siembras de hortalizas, maíz, alfalfa, jitomate, frijol, chiles, calabazas y forrajes, entre otros productos del campo, ya que los mismos desechos orgánicos se reutilizan como abono, comenta el profesor Jorge Jarillo, habitante de la cabecera municipal.
En cambio, el paso y depósito de las aguas residuales causan afecciones gastrointestinales, respiratorias, dermatológicas y cancerígenas entre los habitantes de este lugar y de los municipios aledaños, como Atotonilco de Tula, por donde discurre el río Salado, uno de los afluentes del río Tula.
Nicerato Castillo, presidente de la Unión de Campesinos Progresistas afectados por la presa Endhó, explica: Hay casos de niños que nacen sin cerebro (anencefalia) y varias personas con cáncer por la contaminación en que vivimos, y no tenemos servicios de salud para que sean atendidos ellos ni los que tienen asma, tumores malignos, leucemia, etcétera; aunque tenemos años pidiendo que se construya un hospital regional en el centro de los pueblos ribereños.
Asegura que las aguas negras ya se filtraron a los pozos El Torreón y Pedro María Anaya, que abastecen de agua potable a las comunidades vecinas a la presa, como La Loma, San Pedro Nextlalpan, La Ermita, Santa María Daxthó, Xijay de Cuauhtémoc y Pedro María Anaya.
Este río posee una estremecedora cascada de aguas negras que produce una gran capa flotante de espuma con bacterias, virus, hongos y parásitos, en medio de fétidos olores que impregnan el lugar.
Para dar una idea del nivel de contaminación del río, cuenta que en marzo de 2009 diez hombres fallecieron por intoxicación al introducirse en el pozo de rembombeo de las aguas negras de la comunidad El Refugio –ubicado a unos 10 metros de la cascada- para darle mantenimiento.
Pero la alta concentración de gases venenosos provocó que los hombres quedaran como petrificados, con los ojos completamente abiertos, desorbitados, y las manos engarrotadas, como queriendo agarrarse a algo. Relata que inicialmente tres hombres se encargarían de la labor, pero al ver que no salían, otros fueron bajando para verificar lo que pasaba, hasta que sumaron 10 los muertos. Campesinos y autoridades locales ayudaron a rescatar los cuerpos.
Así, los habitantes de las comunidades aledañas a la presa Endhó luchan por su sobrevivencia en esta podredumbre, entre la peste y las plagas, al lado de un enorme e inacabable foco de infección.
En la entrada a las compuertas de la presa Endhó, el esqueleto de una vaca se pudre dentro de su cuero áspero y peludo. Junto a la res, un perro atropellado es manjar de un garabato de moscas.
No te pierdas esta gran entrevista realizada por Reportajes de N+Focus llamada «Los Olvidados de Hidalgo»