Por [Luis Antonio Santillán Varela]
Desde los templos barrocos hasta las salas de concierto contemporáneas, el Stabat Mater ha sido una fuente inagotable de inspiración para compositores a lo largo de la historia. Este antiguo himno católico del siglo XIII atribuido al franciscano Jacopone da Todi, describe el sufrimiento de la Virgen María mientras presencia la crucifixión de su hijo, Jesucristo. El texto ha sido musicalizado por decenas de artistas que han sabido traducir su carga emocional a los más variados lenguajes musicales.
Giovanni Battista Pergolesi (1736)
Quizá la versión más célebre sea la de Pergolesi, compuesta poco antes de su prematura muerte a los 26 años. Escrita para soprano, contralto y cuerdas, su Stabat Mater combina la sobriedad litúrgica con una belleza melódica casi operística. Es una obra íntima, que parece flotar entre el dolor y la resignación, y que se ha convertido en emblema del barroco tardío.
Gioachino Rossini (1841)
Cien años después, Rossini —conocido por su maestría en la ópera— ofreció una versión grandilocuente, para coro, orquesta y solistas. Su Stabat Mater se aleja del recogimiento barroco para abrazar la emoción teatral. Cada número parece una escena operística, una oración en forma de aria, donde la Virgen María se convierte en una figura dramática y universal.
Antonín Dvořák (1877)
Para Dvořák, el Stabat Mater fue un refugio y un grito de dolor: escribió la obra tras la muerte de tres de sus hijos. Su versión, profunda y solemne, está escrita para gran orquesta, coro y solistas, y expresa tanto la tragedia personal como la fe en la esperanza. Es una de las piezas más intensas y conmovedoras del repertorio sacro romántico.
Francis Poulenc (1950)
Ya en el siglo XX, Francis Poulenc compuso un Stabat Mater tras la repentina muerte de un amigo cercano. El estilo de Poulenc mezcla disonancias modernas con armonías tonales, en una síntesis donde lo sagrado se mezcla con lo humano. Su obra evoca el misterio de la fe desde una óptica contemporánea y casi cinematográfica.
Arvo Pärt (1985)
Por último, el compositor estonio Arvo Pärt, ícono del minimalismo sacro, propuso una lectura completamente distinta. Su Stabat Mater es un canto lento y espiritual, casi detenido en el tiempo, para trío vocal y trío de cuerdas. En él, el silencio tiene tanto peso como el sonido, y cada nota parece una plegaria.
Un himno eterno
Estas versiones del Stabat Mater no solo muestran la evolución de la música sacra, sino también la universalidad del dolor y la compasión. Desde el barroco hasta el siglo XXI, el lamento de una madre ante la muerte de su hijo sigue resonando con fuerza, adaptándose a cada época, pero sin perder su esencia.
Porque el arte, como el sufrimiento, no tiene fronteras.